#OscarLeyva Oscar Leyva 2022 Las Mil y una Noche #32
Aug 9, 2022 ·
7m 27s
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#OscarLeyva Oscar Leyva 2022 Las Mil y una Noche #32 PERO CUANDO LLEGÓ LA 7.ª NOCHE Ella dijo: He llegado á saber, ¡oh rey afortunado! que cuando los peces empezaron...
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#OscarLeyva Oscar Leyva 2022 Las Mil y una Noche #32
PERO CUANDO LLEGÓ LA 7.ª NOCHE
Ella dijo:
He llegado á saber, ¡oh rey afortunado! que cuando los peces empezaron á
hablar, la joven volcó la sartén con la varita, y salió por donde había
entrado, cerrándose la pared de nuevo. Entonces el visir se levantó y
dijo: «Esta es una cosa que verdaderamente no podría ocultar al rey.»
Después marchó en busca del rey y le refirió lo que había pasado en su
presencia. Y el rey dijo: «Tengo que ver eso con mis propios ojos.» Y
mandó llamar al pescador y le ordenó que volviera con cuatro peces
iguales á los primeros, para lo cual le dió tres días de plazo. Pero el
pescador marchó en seguida al lago, y trajo inmediatamente los cuatro
peces. Entonces el rey dispuso que le dieran cuatrocientos dinares, y
volviéndose hacia el visir, le dijo: «Prepara tú mismo delante de mí
esos pescados.» Y el visir contestó: «Escucho y obedezco.» Y entonces
mandó llevar la sartén delante del rey, y se puso á freir los peces,
después de haberlos limpiado bien, y en cuanto estuvieron fritos por un
lado, los volvió del otro. Y de pronto se abrió la pared de la cocina y
salió un negro semejante á un búfalo entre los búfalos, ó á un gigante
de la tribu de Had, y llevaba en la mano una rama verde, y dijo con voz
clara y terrible: «¡Oh peces! ¡oh peces! ¿Seguís sosteniendo vuestra
antigua promesa?» Y los peces levantaron la cabeza desde el fondo de la
sartén, y dijeron: «Cierto que sí, cierto que sí.» Y declamaron á coro
estos versos:
¡Si tú vuelves hacia atrás, nosotros volveremos! ¡Si tú cumples tu
promesa, nosotros cumpliremos la nuestra! ¡Pero si te resistes,
gritaremos tanto que acabarás por ceder!
Después el negro se acercó á la sartén, la volcó con la rama, y los
peces se abrasaron, convirtiéndose en carbón. El negro se fué entonces
por el mismo sitio por donde había entrado. Y cuando hubo desaparecido
de la vista de todos, dijo el rey: «Es éste un asunto sobre el cual,
verdaderamente, no podríamos guardar silencio. Además, no hay duda que
estos peces deben tener una historia muy extraña.» Y entonces mandó
llamar al pescador, y cuando se presentó el pescador, le dijo: «¿De
dónde proceden estos peces?» El pescador contestó: «De un estanque
situado entre cuatro colinas, detrás de la montaña que domina tu
ciudad.» Y el rey, volviéndose hacia el pescador, le dijo: «¿Cuántos
días se tarda en llegar á ese sitio?» Y dijo el pescador: «¡Oh sultán,
señor nuestro! Basta con media hora.» El sultán quedó sorprendidísimo, y
mandó á sus soldados que marchasen inmediatamente con el pescador. Y el
pescador iba muy contrariado, maldiciendo en secreto al efrit. Y el rey
y todos partieron y subieron á una montaña, y bajaron hasta una vasta
llanura que en su vida habían visto anteriormente. Y el sultán y los
soldados se asombraron de esta extensión desierta, situada entre cuatro
montañas, y de aquel estanque en que jugaban peces de cuatro colores:
rojos, blancos, azules y amarillos. Y el rey se detuvo y preguntó á los
soldados y á cuantos estaban presentes: «¿Hay alguno de vosotros que
haya visto anteriormente ese lago en este lugar?» Y todos respondieron:
«¡Oh, no!» Y el rey dijo: «¡Por Alah! No volveré jamás á mi capital ni
me sentaré en el trono de mi reino sin averiguar la verdad sobre este
lago y los peces que encierra.» Y mandó á los soldados que cercaran las
montañas, y los soldados así lo hicieron. Entonces el rey llamó á su
visir. Porque este visir era hombre sabio, elocuente, versado en todas
las ciencias. Cuando se presentó entre las manos del rey, éste le dijo:
«Tengo intención de hacer una cosa, y voy á enterarte de ella. Deseo
aislarme completamente esta noche y marchar yo solo á descubrir el
misterio de este lago y sus peces. Por consiguiente, te quedarás á la
puerta de mi tienda, y dirás á los emires, visires y chambelanes: «El
sultán está indispuesto y me ha mandado que no deje pasar á nadie.» Y á
ninguno revelarás mi intención.» De este modo el visir no podía
desobedecer. Entonces el rey se disfrazó, y ciñéndose su espada, se
escabulló de entre su gente sin que nadie lo viese. Y estuvo andando
toda la noche sin detenerse hasta la mañana, en que el calor, demasiado
excesivo, le obligó á descansar. Después anduvo durante todo el resto
del día y durante la segunda noche hasta la mañana siguiente. Y he aquí
que vió á lo lejos una cosa negra, y se alegró de ello y dijo: «Es
probable que encuentre allí á alguien que me contará la historia del
lago y sus peces.» Y al acercarse á esta cosa negra vió que aquello era
un palacio enteramente construído con piedras negras, reforzado con
grandes chapas de hierro, y que una de las hojas de la puerta estaba
abierta y la otra cerrada. Entonces se alegró mucho, y parándose ante la
puerta, llamó suavemente; pero como no le contestasen, llamó por segunda
y por tercera vez. Después, y como seguían sin contestar, llamó una
cuarta vez, pero con gran violencia, y nadie contestó tampoco. Entonces
se dijo: «No hay duda, este palacio está desierto.» Y en seguida,
tomando ánimos, penetró por la puerta del palacio y llegó á un pasillo,
y allí dijo en alta voz: «¡Ah del palacio! Soy un extranjero, un
caminante, que pide provisiones para continuar su viaje.» Después
reiteró su demanda por segunda y tercera vez, y como no le contestasen,
afirmó su corazón y fortificó su alma, y siguió por aquel corredor hasta
el centro del palacio. Y no encontró á nadie. Pero vió que todo el
palacio estaba suntuosamente revestido de tapices y que en el centro de
un patio interior había un estanque coronado por cuatro leones de oro
rojo, de cuyas fauces brotaba un chorro de agua que semejaba de perlas y
pedrería. En torno veíanse numerosos pájaros, pero no podían volar fuera
del palacio por impedírselo una gran red tendida por encima de todo. Y
el rey se maravilló al ver aquellas cosas, aunque afligiéndose por no
encontrar á alguien que le pudiese revelar el enigma del lago, de los
peces, de las montañas y del palacio. Después se sentó entre dos
puertas, y meditó profundamente. Pero de pronto oyó una queja muy débil
que parecía brotar de un corazón dolorido, y oyó una voz dulce que
cantaba quedamente estos versos:
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PERO CUANDO LLEGÓ LA 7.ª NOCHE
Ella dijo:
He llegado á saber, ¡oh rey afortunado! que cuando los peces empezaron á
hablar, la joven volcó la sartén con la varita, y salió por donde había
entrado, cerrándose la pared de nuevo. Entonces el visir se levantó y
dijo: «Esta es una cosa que verdaderamente no podría ocultar al rey.»
Después marchó en busca del rey y le refirió lo que había pasado en su
presencia. Y el rey dijo: «Tengo que ver eso con mis propios ojos.» Y
mandó llamar al pescador y le ordenó que volviera con cuatro peces
iguales á los primeros, para lo cual le dió tres días de plazo. Pero el
pescador marchó en seguida al lago, y trajo inmediatamente los cuatro
peces. Entonces el rey dispuso que le dieran cuatrocientos dinares, y
volviéndose hacia el visir, le dijo: «Prepara tú mismo delante de mí
esos pescados.» Y el visir contestó: «Escucho y obedezco.» Y entonces
mandó llevar la sartén delante del rey, y se puso á freir los peces,
después de haberlos limpiado bien, y en cuanto estuvieron fritos por un
lado, los volvió del otro. Y de pronto se abrió la pared de la cocina y
salió un negro semejante á un búfalo entre los búfalos, ó á un gigante
de la tribu de Had, y llevaba en la mano una rama verde, y dijo con voz
clara y terrible: «¡Oh peces! ¡oh peces! ¿Seguís sosteniendo vuestra
antigua promesa?» Y los peces levantaron la cabeza desde el fondo de la
sartén, y dijeron: «Cierto que sí, cierto que sí.» Y declamaron á coro
estos versos:
¡Si tú vuelves hacia atrás, nosotros volveremos! ¡Si tú cumples tu
promesa, nosotros cumpliremos la nuestra! ¡Pero si te resistes,
gritaremos tanto que acabarás por ceder!
Después el negro se acercó á la sartén, la volcó con la rama, y los
peces se abrasaron, convirtiéndose en carbón. El negro se fué entonces
por el mismo sitio por donde había entrado. Y cuando hubo desaparecido
de la vista de todos, dijo el rey: «Es éste un asunto sobre el cual,
verdaderamente, no podríamos guardar silencio. Además, no hay duda que
estos peces deben tener una historia muy extraña.» Y entonces mandó
llamar al pescador, y cuando se presentó el pescador, le dijo: «¿De
dónde proceden estos peces?» El pescador contestó: «De un estanque
situado entre cuatro colinas, detrás de la montaña que domina tu
ciudad.» Y el rey, volviéndose hacia el pescador, le dijo: «¿Cuántos
días se tarda en llegar á ese sitio?» Y dijo el pescador: «¡Oh sultán,
señor nuestro! Basta con media hora.» El sultán quedó sorprendidísimo, y
mandó á sus soldados que marchasen inmediatamente con el pescador. Y el
pescador iba muy contrariado, maldiciendo en secreto al efrit. Y el rey
y todos partieron y subieron á una montaña, y bajaron hasta una vasta
llanura que en su vida habían visto anteriormente. Y el sultán y los
soldados se asombraron de esta extensión desierta, situada entre cuatro
montañas, y de aquel estanque en que jugaban peces de cuatro colores:
rojos, blancos, azules y amarillos. Y el rey se detuvo y preguntó á los
soldados y á cuantos estaban presentes: «¿Hay alguno de vosotros que
haya visto anteriormente ese lago en este lugar?» Y todos respondieron:
«¡Oh, no!» Y el rey dijo: «¡Por Alah! No volveré jamás á mi capital ni
me sentaré en el trono de mi reino sin averiguar la verdad sobre este
lago y los peces que encierra.» Y mandó á los soldados que cercaran las
montañas, y los soldados así lo hicieron. Entonces el rey llamó á su
visir. Porque este visir era hombre sabio, elocuente, versado en todas
las ciencias. Cuando se presentó entre las manos del rey, éste le dijo:
«Tengo intención de hacer una cosa, y voy á enterarte de ella. Deseo
aislarme completamente esta noche y marchar yo solo á descubrir el
misterio de este lago y sus peces. Por consiguiente, te quedarás á la
puerta de mi tienda, y dirás á los emires, visires y chambelanes: «El
sultán está indispuesto y me ha mandado que no deje pasar á nadie.» Y á
ninguno revelarás mi intención.» De este modo el visir no podía
desobedecer. Entonces el rey se disfrazó, y ciñéndose su espada, se
escabulló de entre su gente sin que nadie lo viese. Y estuvo andando
toda la noche sin detenerse hasta la mañana, en que el calor, demasiado
excesivo, le obligó á descansar. Después anduvo durante todo el resto
del día y durante la segunda noche hasta la mañana siguiente. Y he aquí
que vió á lo lejos una cosa negra, y se alegró de ello y dijo: «Es
probable que encuentre allí á alguien que me contará la historia del
lago y sus peces.» Y al acercarse á esta cosa negra vió que aquello era
un palacio enteramente construído con piedras negras, reforzado con
grandes chapas de hierro, y que una de las hojas de la puerta estaba
abierta y la otra cerrada. Entonces se alegró mucho, y parándose ante la
puerta, llamó suavemente; pero como no le contestasen, llamó por segunda
y por tercera vez. Después, y como seguían sin contestar, llamó una
cuarta vez, pero con gran violencia, y nadie contestó tampoco. Entonces
se dijo: «No hay duda, este palacio está desierto.» Y en seguida,
tomando ánimos, penetró por la puerta del palacio y llegó á un pasillo,
y allí dijo en alta voz: «¡Ah del palacio! Soy un extranjero, un
caminante, que pide provisiones para continuar su viaje.» Después
reiteró su demanda por segunda y tercera vez, y como no le contestasen,
afirmó su corazón y fortificó su alma, y siguió por aquel corredor hasta
el centro del palacio. Y no encontró á nadie. Pero vió que todo el
palacio estaba suntuosamente revestido de tapices y que en el centro de
un patio interior había un estanque coronado por cuatro leones de oro
rojo, de cuyas fauces brotaba un chorro de agua que semejaba de perlas y
pedrería. En torno veíanse numerosos pájaros, pero no podían volar fuera
del palacio por impedírselo una gran red tendida por encima de todo. Y
el rey se maravilló al ver aquellas cosas, aunque afligiéndose por no
encontrar á alguien que le pudiese revelar el enigma del lago, de los
peces, de las montañas y del palacio. Después se sentó entre dos
puertas, y meditó profundamente. Pero de pronto oyó una queja muy débil
que parecía brotar de un corazón dolorido, y oyó una voz dulce que
cantaba quedamente estos versos:
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Author | Oscar Leyva Ciudad Madrid 2022 |
Organization | Oscar Leyva 2021 Ciudad Madrid |
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