MelP_651-1Reyes_13_14
May 10, 2024 ·
2m 30s
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Description
«Y yendo tras el varón de Dios, le halló sentado debajo de una encina, y le dijo: ¿Eres tú el varón de Dios que vino de Judá? El dijo: Yo...
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«Y yendo tras el varón de Dios, le halló sentado debajo de una encina, y le dijo: ¿Eres tú el varón de Dios que vino de Judá? El dijo: Yo soy.» (1 Reyes 13:14)
Cuando Jeroboam logró dividir el reino de Israel, lo primero que hizo era establecer un culto independiente del templo en Jerusalén. El propósito era claro: no quería que su pueblo volviera a unirse con Judá adorando a Dios con sus hermanos. Así que construyó dos altares y dos becerros de oro en Israel y consagró a sus propios profetas. Luego él mismo inauguró el culto ante sus ídolos en Bet-El. Pero Dios envió a un profeta para denunciarlo, un profeta con una misión específica: entrar, denunciar y volver. Tenía instrucción clara y sencilla que ni debería comer ni beber. Cuando el rey sorprendentemente le invitó a su casa a comer, el profeta contestó que no comería con él ni por todo el dinero del mundo (13:8). Hasta allí bien. Pero curiosamente de camino a casa, el profeta paró y se sentó debajo de una encina en el camino. Me es imposible imaginar por qué lo haría. Si no podía ni comer ni beber, ¿por qué parar? La triste realidad es que el profeta hizo algo que parecía inocente pero que abrió la puerta a una tentación. Un profeta viejo lo engaño con una mentira y el profeta joven cayó en la tentación. En nuestro andar diario, hemos de tener cuidado con las pequeñas decisiones que abren la puerta a la tentación.
Andemos hoy sabiamente, recordando que tenemos un enemigo que busca aprovechar cualquier oportunidad para tender una trampa y desviarnos del camino de Dios. (David Bell)
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Cuando Jeroboam logró dividir el reino de Israel, lo primero que hizo era establecer un culto independiente del templo en Jerusalén. El propósito era claro: no quería que su pueblo volviera a unirse con Judá adorando a Dios con sus hermanos. Así que construyó dos altares y dos becerros de oro en Israel y consagró a sus propios profetas. Luego él mismo inauguró el culto ante sus ídolos en Bet-El. Pero Dios envió a un profeta para denunciarlo, un profeta con una misión específica: entrar, denunciar y volver. Tenía instrucción clara y sencilla que ni debería comer ni beber. Cuando el rey sorprendentemente le invitó a su casa a comer, el profeta contestó que no comería con él ni por todo el dinero del mundo (13:8). Hasta allí bien. Pero curiosamente de camino a casa, el profeta paró y se sentó debajo de una encina en el camino. Me es imposible imaginar por qué lo haría. Si no podía ni comer ni beber, ¿por qué parar? La triste realidad es que el profeta hizo algo que parecía inocente pero que abrió la puerta a una tentación. Un profeta viejo lo engaño con una mentira y el profeta joven cayó en la tentación. En nuestro andar diario, hemos de tener cuidado con las pequeñas decisiones que abren la puerta a la tentación.
Andemos hoy sabiamente, recordando que tenemos un enemigo que busca aprovechar cualquier oportunidad para tender una trampa y desviarnos del camino de Dios. (David Bell)
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Author | David y Maribel |
Organization | David y Maribel |
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