Jeremías-142 El profeta Jeremías
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Hemos visto que Dios eligió a diferentes personas para profetizar su mensaje al pueblo de Israel. No todos los profetas tenían el mismo perfil, ni vivieron vidas similares. Vimos la...
show moreJeremías, hijo de un sacerdote de Anatot, en territorio de Benjamín, vivió en los años del reinado de Josias,
(2 Reyes 22 y 23 y 2 Crónicas 34 y 35) y el de sus descendientes, Joacaz, Joacim, ( 23-24 y 2 C 36) Joaquín (hijo de Joacim) y Sedequias, hijo de Josías (24-25 y 36); fue durante el reinado de Sedequías que los babilonios tomaron Jerusalén.
Jeremías había sido elegido desde el momento de su concepción. Nos quieren hacer creer que la concepción no es nada, que un feto no es persona y ahora incluso hasta que cuando nacen son seres indefinidos. Que no nos engañemos. La realidad del asunto es que para Dios somos y tenemos propósito desde antes de la concepción.
Jeremías 1:5 dice “Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones.”
Jeremías, al recibir la llamada de Dios, dudó de sí mismo y de su capacidad de llevar a cabo la tarea que Dios le estaba asignando. Jeremías comparte con nosotras su conversación con Dios:
“Y yo dije: ¡Ah! ¡ah, Señor Jehová! He aquí, no sé hablar, porque soy niño.”
Y me dijo Jehová: No digas: Soy un niño; porque a todo lo que te envíe irás tú, y dirás todo lo que te mande. No temas delante de ellos, porque contigo estoy para librarte, dice Jehová.” (1:6-8)
Dios, como hizo en su día con Moisés cuando lo envió a Egipto, le recuerda a Jeremías que iría con él. Jeremías solo tenía que confiar en Dios y obedecerle, y Dios daría la victoria.
Dios tenía un propósito para Jeremías, y Él se encargaría de cumplirlo. ¿Cuál era este propósito?
2:10 dice así: “Mira que te he puesto en este día sobre naciones y sobre reinos, para arrancar y para destruir, para arruinar y para derribar, para edificar y para plantar.”
Dios pensaba edificar al pueblo de Israel, pero antes debía derribar aquello que estaba mal. Él pensaba plantar, pero primero debía arrancar lo malo. Y Dios iba a usar a Jeremías para arrancar, derribar, y arruinar, para después poder edificar y plantar.
Y Dios estaría con Jeremías y lo mantendría firme y protegido. Mira lo que Dios le dice:
“Porque he aquí que yo te he puesto en este día como ciudad fortificada, como columna de hierro, y como muro de bronce contra toda esta tierra, contra los reyes de Judá, sus príncipes, sus sacerdotes, y el pueblo de la tierra. Y pelearán contra ti, pero no te vencerán; porque yo estoy contigo, dice Jehová, para librarte.”
Jeremías 1:18-19
Jeremías nunca se casó. En el capítulo 16 leemos que Dios le pidió al profeta que no se casara ni tuviera hijos en Jerusalén, ya que un gran mal se acercaba. Recordemos que Jeremías vivió en Jerusalén en la época previa al cautiverio y la destrucción de Jerusalén.
Cuando Nabucodonosor entró en la ciudad y llevó cautivo a una buena parte del pueblo, el rey de Babilonia lo dejó quedarse en Jerusalén bajo protección de sus oficiales, mas aquellos judios que permanecieron en Jerusalén, agitados por la conmoción del exilio y la destrucción de Jerusalén, acabaron llevando a Jeremías preso a Egipto, desde donde este acabó de escribir el libro.
Jeremías sufrió por llevar el mensaje al pueblo de Dios, y lo triste es que sufrió a manos de aquellos a los que Dios estaba intentando ayudar.
El libro nos narra cómo Jeremías antes de ser llevado a Egipto, había permanecido en Jerusalén. El profeta fue acusado de traición, apresado, azotado, y puesto en la cárcel.
Su secretario, el escriba Baruc, el cual escribía las palabras que el profeta le dictaba sufrió la persecución también. En el capítulo 45 vemos cómo Dios tiene que hablarle a Baruc para llamarle la atención por buscar su propio bien en medio de la aflicción, pero debemos entender que el pobre había estado respaldando a Jeremías durante las acusaciones y persecuciones. Dios le da la confianza de que estaría con él y le preservaría la vida en medio del conflicto.
Jeremías no solo fue apresado y azotado, sino que más tarde echado por principales del pueblo en la cisterna vacía que estaba en el patio de la cárcel, y todo porque el profeta les advertía de la invasión que se aproximaba. El rey Sedequías, les permitió echarlo ahí, en un pozo lleno de lodo en el que el profeta se hallaba hundido.
Y nadie salió en defensa de Jeremías. Tuvo que armarse de valor un etíope que trabajaba en el palacio, el cual fue a hablar con el rey Sedequías diciendo:
“Mi señor el rey, mal hicieron estos varones en todo lo que han hecho con el profeta Jeremías, al cual hicieron echar en la cisterna; porque allí morirá de hambre, pues no hay más pan en la ciudad.
Entonces mandó el rey al mismo etíope Ebed-melec, diciendo: Toma en tu poder treinta hombres de aquí, y haz sacar al profeta Jeremías de la cisterna, antes que muera.
Y tomó Ebed-melec en su poder a los hombres, y entró a la casa del rey debajo de la tesorería, y tomó de allí trapos viejos y ropas raídas y andrajosas, y los echó a Jeremías con sogas en la cisterna.
Y dijo el etíope Ebed-melec a Jeremías: Pon ahora esos trapos viejos y ropas raídas y andrajosas, bajo los sobacos, debajo de las sogas. Y lo hizo así Jeremías.
De este modo sacaron a Jeremías con sogas, y lo subieron de la cisterna; y quedó Jeremías en el patio de la cárcel.” Jeremías 38:9-13.
Lo bonito es que encontramos, al final del capítulo 39 encontramos que Dios no se olvidó de premiar a Ebeb-Melec. Dios le dice a Jeremías:
“Ve y habla a Ebed-melec etíope, diciendo: Así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: He aquí yo traigo mis palabras sobre esta ciudad para mal, y no para bien; y sucederá esto en aquel día en presencia tuya. Pero en aquel día yo te libraré, dice Jehová, y no serás entregado en manos de aquellos a quienes tú temes. Porque ciertamente te libraré, y no caerás a espada, sino que tu vida te será por botín, porque tuviste confianza en mí, dice Jehová.”
Jeremías 39:16-18
Sin duda, trabajar para el Señor no es para débiles. Vemos que tanto el profeta como los que con él estaban corrían peligro. A la gente no le gusta el mensaje de Dios y muchas veces lo pagan con el mensajero. Mas podemos estar seguras de algo, y es que a Dios no se le pasan los detalles, y ÉL se ocupa de la vida de sus siervos.
Gracias a Dios por su cuidado y por las fuerzas que da cuando más las necesitamos.
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Author | David y Maribel |
Organization | David y Maribel |
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