Podríamos ver nuestras circunstancias y pensar muchas cosas negativas. La presencia de la ansiedad es inevitable pero vivir prisionero de la ansiedad es una elección.

Si nuestra alegría tiene puesta la expectativa sobre lo externo, cuando esto se termine, se termina nuestra felicidad. Busquemos nuestra alegría en Dios, donde tenemos un sustento superior apoyado en Cristo.

El que demanda tener para agradecer, nunca va a estar satisfecho. La persona agradecida tiene una capacidad ilimitada para disfrutar las bendiciones de Dios.

La ansiedad aumenta a medida que aumenta la percepción de la pérdida del control. Renunciemos a levantar los puños en señal de protesta y reclamo, mejor es doblar las rodillas delante de Dios como un signo de entrega, al que gobierna sobre todas las cosas.