Evangelio Del Día Viernes 29 de Julio | Contemplación y Acción | Hoy en Oración

Jul 30, 2022 · 5m 53s
Evangelio Del Día Viernes 29 de Julio | Contemplación y Acción | Hoy en Oración
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Evangelio Diario LITURGIA - 29 DE JULIO DE 2022 Ciclo C - Año II - Color Verde XVII Semana del Tiempo Ordinario Liturgia de las Horas Tomo II I Semana...

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Evangelio Diario
LITURGIA - 29 DE JULIO DE 2022
Ciclo C - Año II - Color Verde
XVII Semana del Tiempo Ordinario
Liturgia de las Horas Tomo II
I Semana del Salterio
Primera Lectura Jeremías 26, 1-9
Salmo 68
Evangelio Lucas 10, 38-42

“Creo que Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios”

PALABRAS DEL SANTO PADRE
Aquí sentimos claramente que Dios es vida y da vida, pero asume el drama de la muerte. Jesús podría haber evitado la muerte de su amigo Lázaro, pero quiso hacer suyo nuestro dolor por la muerte de nuestros seres queridos y, sobre todo, quiso mostrar el dominio de Dios sobre la muerte. En este pasaje del Evangelio vemos que la fe del hombre y la omnipotencia de Dios, el amor de Dios, se buscan y, finalmente, se encuentran. (Ángelus, 29 marzo 2020)


Reflexión del Evangelio de hoy (Sor Mihaela María Rodríguez Vera O.P.)
En esto consiste el amor:…en que Dios nos amó
En la primera lectura, san Juan nos habla del amor de Dios y de cómo hemos de dejarnos amar por Él. Surge la pregunta: ¿Qué es lo que nos permite amarnos unos a otros? No son nuestros méritos o nuestras capacidades, es el amor que Dios nos tiene lo que nos hace salir de nosotros mismos hacia el encuentro del otro. Vivir por medio de Jesucristo es dejar que Él atraviese las rendijas de nuestro corazón herido, para amar como Él ama. Quien no ama no se ha dejado traspasar por el amor de Cristo, porque vive centrado en sí mismo, ahogado en sus preocupaciones y en sus propias angustias.

Vivimos intentando ser agradables a los ojos de Dios, nos esforzamos en ser buenos para merecer su amor, y nos desalentamos cuando constatamos que no le amamos como quisiéramos, que el corazón, tantas veces está lleno de dudas, de apegos y cosas de este mundo. Pero es más sencillo de lo que parece. Dios ha puesto en nuestro corazón pedacitos de Cielo, partes del Reino futuro porque nos amó primero y quiso que nos entregáramos a los demás como Él se entregó por nosotros. Es Él quien lo realiza, por pura gracia y misericordia.

El amor de perfección al que Dios nos llama no es otra cosa que vivir desde el Corazón de Cristo, anunciar la vida eterna, lo que Dios ha hecho con nosotros, cómo nos ha amado y nos sigue amando en cada circunstancia de nuestra vida. Tener limpio el corazón de juicios e intereses, tender la mano al necesitado de afecto, de una caricia, de una palabra de aliento, en definitiva, ser signos del Amor de Dios para el otro, sin imponer nuestras reglas, sin intentar que los demás sean lo que nosotros deseamos. Éste es el amor al que Dios nos llama, un amor puro y libre en Jesucristo.

Creo que Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios
Leemos en el Evangelio que “cuando Marta supo que venía Jesús le salió al encuentro”. Sabemos que, en otro pasaje, Jesús le dice a Marta que se afana por muchas cosas, que sólo una es importante. Vemos cómo Marta ha hecho un proceso, se ha dado cuenta con la muerte de su hermano Lázaro de qué es lo importante: salir al encuentro de Cristo aun en medio de la muerte y la incertidumbre.

Marta reconoce el señorío y el poder de Cristo: “Si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto”. A la vez que le reprocha al Maestro el no haber estado cerca, manifiesta que Jesús es el Señor de vida y muerte, sabe que sólo Él tiene poder para devolverle la vida a Lázaro.

Marta es para nosotros, un gran testimonio de fe: “Sé que lo que pidas al Padre, te lo concederá”. Marta, como el salmista, experimenta la esperanza en medio de su angustia y clama a Dios “Si el afligido invoca al Señor, Él lo escucha y lo libra de todas sus angustias”. Marta es la que puede bendecir a Dios en todo momento, en la abundancia de tener a Cristo en su casa y poder servirle, y en la pobreza de tenerle lejos y haber perdido a su hermano, porque tiene la certeza de que es el Hijo de Dios, y de que Él todo lo puede.

¿Cómo reaccionamos nosotros ante un hecho doloroso e inevitable como la muerte? ¿Qué hacemos cuando sentimos la impotencia de la pérdida? Lo primero que sale es el dolor, el grito desesperado de angustia, tal vez, incluso murmuremos contra Dios porque la vida nos parece insoportable ante lo que hemos perdido. Hay algo que podemos aprender de Marta, y es que dejándonos transformar por Cristo, podremos superar cualquier dificultad, fiándonos totalmente de Jesucristo, tal como lo hizo ella. Marta realiza un proceso de abandono y transformación en Jesús, sale de ella misma y de sus preocupaciones para decir “Eres Tú, Tú eres el Cristo, eres el Señor de la historia, de mi historia, sólo Tú tienes poder para hacer crecer de nuevo la vida donde hay muerte”. Jesús no sólo resucita a Lázaro de la muerte, también resucita a Marta, la rescata de su propia esclavitud y le da una nueva libertad para creer, amar y confiar siempre en Dios.

Animados con esta experiencia de Marta, confiemos también nosotros en Jesucristo, Hijo de Dios vivo, sólo Él nos puede sacar del abismo, darnos vida donde sólo vemos muerte. Que nuestras palabras anuncien al mundo entero que Él es el Señor, y abandonemos todo aquello que nos pesa, que nos duele, en sus manos. Y Él lo transformará todo, y hará algo nuevo y maravilloso en nosotros.


LECTURA DEL DÍA
Lectura de la primera carta del apóstol san Juan
1 Jn 4, 7-16

Queridos hijos: Amémonos los unos a los otros, porque el amor viene de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama, no conoce a Dios, porque Dios es amor. El amor que Dios nos tiene se ha manifestado en que envió al mundo a su Hijo unigénito, para que vivamos por él.

El amor consiste en esto: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó primero y nos envió a su Hijo, como víctima de expiación por nuestros pecados.

Si Dios nos ha amado tanto, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros. A Dios nadie lo ha visto nunca; pero si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece en nosotros y su amor en nosotros es perfecto.

En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros: en que nos ha dado su Espíritu. Nosotros hemos visto, y de ello damos testimonio, que el Padre envió a su Hijo como salvador del mundo. Quien confiesa que Jesús es Hijo de Dios, permanece en Dios y Dios en él.

Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en ese amor. Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él.


EVANGELIO DEL DÍA
Lectura del santo evangelio según san Juan
Jn 11, 19-27

En aquel tiempo, muchos judíos habían ido a ver a Marta y a Ma¬ría para consolarlas por la muerte de su hermano Lázaro. Apenas oyó Marta que Jesús llegaba, salió a su encuentro; pero María se quedó en casa. Le dijo Marta a Jesús: “Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora estoy segura de que Dios te concederá cuanto le pidas”.

Jesús le dijo: “Tu hermano resucitará”. Marta respondió: “Ya sé que resucitará en la resurrección del último día”. Jesús le dijo: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y todo aquel que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees tú esto?” Ella le contestó: “Sí, Señor. Creo firmemente que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo”.


Oración

Líbrame, Señor, de una falsa espiritualidad, que nunca use de pretexto a la Iglesia para desentenderme de mis deberes como cristiano, no quiero ser un ritualista sino un verdadero cristiano, es decir, alguien semejante a ti, alguien dispuesto a vivir los valores morales de tu Evangelio en medio de este mundo que mantiene una actitud tan indiferente al mal e incluso, persecutoria hacia los que te buscan. Señor, quiero ser como eres tú.

Acción

Hoy revisaré qué tanto impactan en mi vida los actos religiosos que hago, si son en verdad motivo de cambio o sólo los hago por costumbre o por apaciguar mi conciencia; de ser así, hoy haré un compromiso de vivir conforme a lo que creo y celebro en esas acciones.
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