Evangelio Del Día Viernes 17 de Junio | Perdonar | Hoy en Oración
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Evangelio Diario LITURGIA - 17 DE JUNIO DE 2022 Ciclo C - Año II - Color Verde XI Semana del Tiempo Ordinario Liturgia de las Horas Tomo II III Semana...
show moreLITURGIA - 17 DE JUNIO DE 2022
Ciclo C - Año II - Color Verde
XI Semana del Tiempo Ordinario
Liturgia de las Horas Tomo II
III Semana del Salterio
Primera Lectura 2 Reyes 11, 1-4. 9-18. 20
Salmo 131
Evangelio Mateo 6, 19-23
“No atesoréis tesoros en la tierra”
PALABRAS DEL SANTO PADRE
Hermanos, hermanas, Pascua significa “paso”. Es, sobre todo este año, la ocasión bendecida para pasar del dios mundano al Dios cristiano, de la codicia que llevamos dentro a la caridad que nos hace libres, de la espera de una paz traída con la fuerza al compromiso de testimoniar concretamente la paz de Jesús. Hermanos y hermanas, pongámonos delante del Crucificado, fuente de nuestra paz, y pidámosle la paz del corazón y la paz en el mundo. (Audiencia general, 13 abril 2022)
Reflexión del Evangelio de hoy (Monasterio de Santo Domingo - Dominicas
San Sebastián)
El que mata con espada a espada muere…
La postura que adopta Atalía es propia de una persona egocéntrica, replegada en sí misma. Cuando ve peligrar su poder y prestigio, reacciona con frialdad y violencia, sin respetar ni tan siquiera los vínculos familiares. Esta actitud es totalmente errónea, aunque no estamos exentos de poder caer en ella. Cuando nos creemos más que los demás y vemos en otras personas dones y virtudes que no tenemos o que de alguna manera, pueden hacernos sombra o quitarnos el primer puesto, creyendo exclusivamente que nosotros somos dignos de poseerlo, corremos el riesgo de cegarnos, de que se nos endurezca el corazón e incluso de llegar a hacer daño “matando” a los demás, con la mentira, el engaño, la calumnia y el mal juicio…
Por eso, es tan importante buscar siempre, día a día, momento a momento, la Verdad, es decir, seguir a Jesucristo, cueste lo que cueste, porque Él es el Camino, la Verdad y la Vida. Lo esencial para caminar en esta vida, es tener puesto el corazón en el Señor que es el único Dios, el verdadero e imperecedero Tesoro, al cual hay que entregarle por completo nuestra confianza.
Donde está tu tesoro allí está tu corazón
Jesús nos dice “no atesoréis para vosotros tesoros…” pero nos preguntamos: ¿qué tesoros poseemos o de cuales nos podemos apropiar?
Podemos apegarnos a las obras buenas que hayamos hecho, apropiándonos todo el mérito de esas acciones, cuando en realidad es un don de Dios. Si hay algo bueno en todo ello, se lo debemos a Él, que se ha valido de nosotros como instrumentos suyos. Ese tesoro de buenas obras lo llevaremos en vasijas de barro hasta el cielo, porque será el mérito de Jesucristo en nosotros, que se ha valido de nuestra fragilidad para hacer su obra maravillosa, pero siempre, siempre, es Él quien mueve los hilos de nuestra vida.
Por eso, es tan importante tener la mirada y el corazón limpios, para valorar y colocar todo en su lugar correcto y dar a cada cosa el valor que tiene según el corazón de Dios. Tenemos que buscarle en la intimidad de nuestro corazón, en la oración, para entregarle nuestro ser y ser libres caminando confiados totalmente en El.
También podemos acumular cosas, dinero, bienes, pensando en nuestro bienestar y confort y esto en muchas ocasiones nos lleva a cerrar y achicar el corazón, quitándole espacio al Señor, que es el único Tesoro que tiene que llenarlo y al que debe dirigir toda su atención y cuidado. Si tenemos una mínima sensibilidad, ayudaremos a los demás con alguna limosna para tranquilizar nuestra conciencia, pero, sin tocar nuestro tesoro. No nos damos cuenta que los tesoros de este mundo son pasajeros, nunca nos satisfacen, porque siempre nos parecerán insuficientes y necesitaremos tener un poco más. El corazón se hace pequeño y se queda atrapado, preso y centralizado en nuestro yo.
Es necesario discernir y preguntarse: ¿Tengo el corazón atado? ¿a qué?, ¿tengo paz o continuamente necesito justificar mis actos incluso delante de Dios?
LECTURA DEL DÍA
Lectura del segundo libro de los Reyes
2 Reyes 11, 1-4. 9-18. 20
Por aquel entonces, Atalía, madre del rey Ocozías, viendo que había muerto su hijo, decidió exterminar a toda la familia real. Pero Yehosebá, hija del rey Joram y hermana de Ocozías, tomó a su sobrino Joás y lo sacó a escondidas de entre los hijos del rey, cuando los estaban asesinando, para ocultarlo de Atalía. Escondió al niño y a su nodriza, y así el niño pudo escapar de la muerte. Seis años estuvo oculto con ella en el templo del Señor, y entre tanto Atalía reinó en el país.
El año séptimo, el sacerdote Yehoyadá mandó llamar a los oficiales del ejército y a los soldados de éstos, los introdujo en el templo del Señor, les mostró al hijo del rey e hizo con ellos un pacto con juramento, de cuidar al hijo del rey.
Los oficiales cumplieron el pacto que habían hecho con el sacerdote Yehoyadá. Cada cual se puso al frente de sus hombres, que entraban de guardia el sábado o terminaban su guardia el sábado, y se presentaron ante el sacerdote Yehoyadá. Éste les entregó las lanzas y los escudos del rey David, que estaban en el templo del Señor. Cuando los soldados de la guardia, con las armas en la mano, se pusieron en fila desde el lado sur hasta el lado norte del templo, rodeando el altar, Yehoyadá sacó al hijo del rey, le puso la diadema y las insignias reales y lo ungió. Entonces todos aplaudieron y gritaron: “¡Viva el rey!”
Cuando Atalía escuchó el clamor popular, fue al templo del Señor, donde estaba reunida la gente. Entonces vio al rey, que estaba de pie sobre el estrado, según la costumbre, a los oficiales del ejército y a los heraldos en torno al rey, y a todo el pueblo que daba muestras de gran alegría, mientras sonaban las trompetas. Entonces Atalía rasgó sus vestiduras y gritó: “¡Traición, traición!”
El sacerdote Yehoyadá dio esta orden a los oficiales: “Sáquenla del templo y maten al que la siga”. El sacerdote les había dicho: “No podemos matarla en el templo del Señor”. Así pues, los guardias la llevaron hasta el palacio real y le dieron muerte en la puerta de los caballos.
Entonces el sacerdote Yehoyadá renovó la alianza entre el Señor, el rey y el pueblo, por la cual ellos serían el pueblo del Señor.
Todo el pueblo penetró en el templo de Baal y lo destrozaron; destruyeron completamente el altar y sus estatuas, y a Matán, sacerdote de Baal, le dieron muerte delante del altar.
El sacerdote Yehoyadá puso centinelas en el templo del Señor. Todo el pueblo se llenó de alegría y la ciudad quedó tranquila. Atalía había sido muerta en el palacio real.
EVANGELIO DEL DÍA
Lectura del santo evangelio según san Mateo
Mt 6, 19-23
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “No acumulen ustedes tesoros en la tierra, donde la polilla y el moho los destruyen, donde los ladrones perforan las paredes y se los roban. Más bien acumulen tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el moho los destruyen, ni hay ladrones que perforen las paredes y se los roben; porque donde está tu tesoro, ahí también está tu corazón.
Tus ojos son la luz de tu cuerpo; de manera que, si tus ojos están sanos, todo tu cuerpo tendrá luz. Pero si tus ojos están enfermos, todo tu cuerpo tendrá oscuridad. Y si lo que en ti debería ser luz, no es más que oscuridad, ¡qué negra no será tu propia oscuridad!”
Oración
Padre de bondad, tú que estás fielmente al lado de tu iglesia para orientarnos mediante tu Espíritu Santo, haz que seamos dóciles a su inspiración para que, guiados por su fuerza, llevemos a cabo siempre tu voluntad y seamos dignos merecedores del reino de los cielos prometido por tu Hijo Jesucristo.
Acción
Hoy estaré atento a las necesidades de mis hermanos para remediarlas con mi tiempo, mis bienes o mi solidaridad.
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