Evangelio Del Día Martes 10 de Enero | Jesus Tiene El Poder | Hoy en Oración

Jan 10, 2023 · 8m 34s
Evangelio Del Día Martes 10 de Enero | Jesus Tiene El Poder | Hoy en Oración
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Evangelio Diario LITURGIA - 10 DE ENERO DE 2023 Ciclo A - Año I - Color Verde I Semana del Tiempo Ordinario Liturgia de las Horas Tomo I I Semana...

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Evangelio Diario
LITURGIA - 10 DE ENERO DE 2023
Ciclo A - Año I - Color Verde
I Semana del Tiempo Ordinario
Liturgia de las Horas Tomo I
I Semana del Salterio
Primera Lectura Hebreos 2, 5-12
Salmo 8
Evangelio Marcos 1, 21-28

“Les enseñaba con autoridad”

PALABRAS DEL SANTO PADRE
La enseñanza de Jesús tiene la misma autoridad de Dios que habla; de hecho, con una sola orden libera fácilmente al poseído del maligno y lo cura. Por eso [Jesús] no habla con autoridad humana, sino con autoridad divina, porque tiene el poder de ser el profeta definitivo, es decir, el Hijo de Dios que nos salva, nos sana a todos. El segundo aspecto, el de las curaciones, muestra que la predicación de Cristo tiene como objetivo vencer el mal presente en el hombre y en el mundo. Su palabra apunta directamente contra el reino de Satanás, lo pone en crisis y lo hace retroceder, obligándolo a dejar el mundo.
¿Escuchamos las palabras autorizadas de Jesús? Siempre, no os olvidéis de llevar en el bolsillo o el bolso un pequeño Evangelio, para leerlo durante el día, para escuchar la palabra autorizada de Jesús. Y además, todos tenemos problemas, todos tenemos pecados, todos tenemos enfermedades espirituales. Pidamos a Jesús: “Jesús, tú eres el profeta, el Hijo de Dios, el que fue prometido para sanarnos. ¡Sáname!”. Pedir a Jesús la curación de nuestros pecados, de nuestros males. (Ángelus 31 de enero de 2021)
REFLEXIÓN DEL EVANGELIO DE HOY (Sor Mihaela María Rodríguez Vera O.P.)
Qué es el hombre para que te acuerdes de él
Las lecturas de hoy nos muestran el inmenso valor que tenemos a los ojos de Dios, y del que tantas veces no somos conscientes. Tanto en la primera lectura como en el salmo surge la pregunta: “Señor, ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano para darle poder?”. Desde la creación del mundo “vio Dios que todo era bueno” (Gen 1, 31), sin embargo, al hombre lo amó mucho más, dándole poder sobre todas las cosas.

Todo nos ha sido dado, por puro amor hemos sido creados a su “imagen y semejanza”, ¿qué hemos hecho de este don recibido por parte de Dios? El hombre vive preocupado, angustiado por lo que no posee, se afana por tener más y más olvidando que en realidad ya lo tiene todo: Dios mismo y toda su creación.

Dios que es Padre, nos amó tanto que nos entregó a su único Hijo, el cual, nos dice la carta a los hebreos, se fue perfeccionando a través del sufrimiento, por nuestra salvación. Dios mismo se hace hombre y para mostrarnos en qué consiste el verdadero poder, dejándose clavar en una Cruz, y derramando su sangre por nosotros. El verdadero poder de Cristo es amar hasta el extremo, clava en su propio Cuerpo nuestros pecados y nos hace hermanos, hijos de un mismo Padre. ¿Qué más podemos pedir?

A veces, vivimos tan inmersos en nuestras propias preocupaciones, nos preguntamos cuál el sentido del sufrimiento, porqué nos toca a nosotros ciertas situaciones que nos provocan tanto dolor… y sólo hay una respuesta. Cristo. Mirando a Jesucristo, cómo ama a cada ser humano, que conoce cada corazón, mirándole a Él que vivió en obediencia al Padre, y no dudó en entregar su vida por aquellos que amaba…ahí vemos el sentido de nuestro sufrimiento, ahí vemos cuánto hemos sido amados, y que no estamos llamados a otra cosa si no a amar, a dar en las pequeñas cosas de cada día, todo lo que somos, nuestras fortalezas y nuestros límites, confiando siempre en Aquel que nos creó y nos sigue amando.

Les enseñaba con autoridad
En el Evangelio de hoy, vemos que “todos quedaban asombrados porque Jesús enseñaba como quien tiene autoridad”. Se vuelve a hablar del poder y de la autoridad de Cristo. Un poder que no es de este mundo, una autoridad que descoloca a los que creen que, por medio de los bienes, de las riquezas, lo tienen todo y creen que pueden exigir y despreciar a los pobres y a los sencillos.

Sin embargo, Jesús no poseía bienes, no era ostentoso como un rey, su autoridad venía de su propia vida en obediencia a la voluntad de Dios. “Mi alimento es hacer la voluntad del Padre”, les decía a sus discípulos, porque muchos se preguntaban con qué autoridad hablaba, su alimento, su autoridad, su corazón y amor eran fruto de hacer constantemente la voluntad de su Padre. En el evangelio, vemos cómo incluso el demonio que sale del hombre, reconoce que Jesús es el Hijo de Dios: “Tú eres el Santo de Dios”. La autoridad del Maestro es tan distinta a la autoridad de este mundo. Jesús tiene un poder concentrado absolutamente en el amor. Jesús no cura sólo con los signos, curando enfermos, resucitando muertos… Él sana los corazones, perdona los pecados, libera a cada hombre de la esclavitud y le devuelve la libertad y la paz del corazón.

Cuando nos dejamos mirar por Cristo, cuando permitimos que Él entre en nuestro interior y sane nuestras heridas, cambia nuestra vida. Es lo que le ocurría a tanta gente que pasaba por su lado, que tocaba su manto, que se dejaban mirar profundamente por Jesús, quedaban sanados. Este es el fruto de su autoridad.

Él es el Rey del universo, y quiere reinar también en cada uno de nosotros. Quiere reinar sobre el pecado en nuestra vida, reinar sobre nuestros miedos y sobre nuestros vacíos, Él quiere llenarnos de amor y alegría para que podamos amar a los demás como Dios mismo nos ama.


LECTURA DEL DÍA
Lectura de la carta a los Hebreos
Heb 2, 5-12
Hermanos: Dios no ha sometido a los ángeles el nuevo orden de la salvación, del cual estamos hablando. Un salmo lo atestigua solemnemente diciendo: ¿Qué es el hombre, para que de él te acuerdes, ese pobre ser humano, para que de él te preocupes? Sin embargo, lo hiciste un poquito inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad. Todo lo sometiste bajo sus pies.
Al decir aquí la Escritura que Dios le sometió todo, no se hace ninguna excepción. Es verdad que ahora todavía no vemos el universo entero sometido al hombre; pero sí vemos ya al que por un momento Dios hizo inferior a los ángeles, a Jesús, que por haber sufrido la muerte, está coronado de gloria y honor. Así, por la gracia de Dios, la muerte que él sufrió redunda en bien de todos.
En efecto, el creador y Señor de todas las cosas, quiere que todos sus hijos tengan parte en su gloria. Por eso convenía que Dios consumara en la perfección, mediante el sufrimiento, a Jesucristo, autor y guía de nuestra salvación.
El santificador y los santificados tienen la misma condición humana. Por eso no se avergüenza de llamar hermanos a los hombres, cuando dice: Hablaré de ti a mis hermanos; en medio de la asamblea te alabaré.


EVANGELIO DEL DÍA
Lectura del santo evangelio según san Marcos
Mc 1, 21-28
En aquel tiempo, llegó Jesús a Cafarnaúm y el sábado siguiente fue a la sinagoga y se puso a enseñar. Los oyentes quedaron asombrados de sus palabras, pues enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas.
Había en la sinagoga un hombre poseído por un espíritu inmundo, que se puso a gritar: “¿Qué quieres tú con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios”. Jesús le ordenó: “¡Cállate y sal de él!” El espíritu inmundo, sacudiendo al hombre con violencia y dando un alarido, salió de él. Todos quedaron estupefactos y se preguntaban: “¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina es ésta? Este hombre tiene autoridad para mandar hasta a los espíritus inmundos y lo obedecen”. Y muy pronto se extendió su fama por toda Galilea.


Oración

Señor, soy total y absolutamente indigno de pertencer a tu familia, de que me llames hermano de Jesús y mucho menos hijo de Dios, sin embargo, aunque no lo entiendo, lo acepto como un don maravilloso y como la mayor prenda de amor que he recibido y que haya recibido cualquier hombre de todos los tiempos. Con humildad, lleno de gratitud y amor, te digo: alabado seas Padre, papá; y bendito seas, mi Señor, y mi hermano, Jesús.

Acción

Hoy en mi oración y durante todo el día llamaré a Dios como llamo normalmente a mi padre terreno y a Jesús como a mis hermanos de sangre.
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