Como cultura, estamos dotados de la creencia de que la ansiedad, cargada de preocupación, es una condición que existe en nuestra cabeza.
Décadas de investigación psicofisiológica me han demostrado que, de hecho, la ansiedad está en nuestro cuerpo.
Es incluso más exacto decir que está en nuestro sistema nervioso.Como otros animales, los humanos tenemos un sistema nervioso unificado. El cuerpo y el cerebro se comunican entre sí, porque se regulan mutuamente, por lo que nuestro estado fisiológico influye en cómo reaccionamos al mundo y cómo lo atravesamos.
Todos y cada uno de nosotros lidiamos con estados de amenaza, que son nuestras respuestas a la incertidumbre de la supervivencia.
La amenaza puede emanar del mundo externo o surgir internamente de los recuerdos.
Para que los animales se volvieran sociables, tenía que haber una forma de apagar las reacciones de amenaza: los animales tenían que ser capaces de indicarse unos a otros que estaban lo suficientemente seguros como para acercarse.
A través del nervio vago, reaccionas a las señales de tu entorno de manera que calman, alertan o desregulan el cuerpo, y estos estados a su vez crean una experiencia emocional y se manifiestan en el comportamiento.