En los últimos años, la situación de los hospitales en Puerto Rico ha ido de mal en peor, generando gran preocupación tanto entre los pacientes como entre los profesionales de la salud. La infraestructura hospitalaria, ya debilitada por años de desinversión y falta de mantenimiento, se ha visto aún más afectada tras el paso de huracanes como María en 2017 y Fiona en 2022. Estos desastres naturales expusieron las graves deficiencias del sistema de salud, dejándolo aún más vulnerable a colapsos y a la incapacidad de brindar atención adecuada. Las salas de emergencias están constantemente sobrecargadas, los tiempos de espera para recibir atención médica son alarmantemente largos, y la falta de personal médico calificado, como médicos, enfermeras y especialistas, ha alcanzado niveles críticos debido a la emigración masiva de profesionales hacia Estados Unidos en busca de mejores condiciones laborales y salarios.
Además, la crisis económica que atraviesa la isla ha impactado negativamente los presupuestos destinados al sector salud. Muchos hospitales no cuentan con los suministros médicos básicos, como medicamentos, equipos de diagnóstico y camas suficientes para atender a la creciente demanda de pacientes. A esto se le suma la ineficiencia en la administración de los fondos asignados al mantenimiento de las instalaciones y la compra de equipo moderno, lo que ha dejado a muchos centros médicos operando con tecnología obsoleta. Las interrupciones en el servicio eléctrico y la falta de plantas generadoras en algunos hospitales también ha causado que cirugías y tratamientos esenciales se retrasen o se cancelen, poniendo en riesgo la vida de los pacientes.
El deterioro de los servicios hospitalarios ha generado un círculo vicioso: los pacientes, al no encontrar soluciones efectivas en los hospitales públicos, recurren a clínicas privadas o buscan atención fuera de la isla, lo que aumenta las desigualdades en el acceso a la salud. La calidad del servicio es cada vez más deficiente, con casos reportados de negligencia médica y de infecciones adquiridas en los propios hospitales debido a la falta de saneamiento adecuado. Si bien algunas autoridades han hecho promesas de reformas en el sistema de salud, los cambios han sido lentos y superficiales, dejando a la población vulnerable a una atención médica de baja calidad, con pocas señales de mejora a corto plazo.