2Reyes-091 Judá sigue hacia el desastre
May 16, 2023 ·
10m 25s
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Cuando el pueblo de Israel fue llevado cautivo a Asiria, reinaba al sur en Judá el rey Ezequías, hijo de Acaz, el cual hizo lo recto ante los ojos de...
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Cuando el pueblo de Israel fue llevado cautivo a Asiria, reinaba al sur en Judá el rey Ezequías, hijo de Acaz, el cual hizo lo recto ante los ojos de Jehová al igual que su padre David.
Algo interesante que leemos de Ezequías es que destruyó la serpiente que Dios había mandado a Moisés hacer en el desierto, y que con los años se había convertido en un ídolo para el pueblo que le ofrecían incienso. Nos dice 2 Reyes 18 y 2 Crónicas 29 que “En Jehová Dios de Israel puso su esperanza; ni después ni antes de él hubo otro como él entre todos los reyes de Judá. Porque siguió a Jehová, y no se apartó de él, sino que guardó los mandamientos que Jehová prescribió a Moisés. Y Jehová estaba con él; y adondequiera que salía, prosperaba. El se rebeló contra el rey de Asiria, y no le sirvió.”
Sin embargo, después de que los asirios se hubieran llevado cautivos a los de Israel, subió Senaquerib rey de Asiria y tomó las ciudades fortificadas, y Ezequías se rindió a sus pies ofreciéndole lo que fuera para que los dejara en paz. Senaquerib demandó gran tributo, de modo que Ezequías le tuvo que dar toda la plata y el oro de los tesoros reales y del templo. Mas el rey de Asiria no los dejó en paz, sino que envió quien amenazara al pueblo, atemorizándolos diciendo:
“Así ha dicho el rey: No os engañe Ezequías, porque no os podrá librar de mi mano. Y
“¿Qué dios de todos los dioses de estas tierras ha librado su tierra de mi mano, para que Jehová libre de mi mano a Jerusalén?”
2 Reyes 18:29, 35 y 2 Crónicas 32:1-19
Nos dice el capítulo 19 que cuando Ezequías oyó las palabras de Senaquerib rey de Asiria, rasgó sus vestidos, se cubrió de cilicio en señal de dolor, y fue a la casa de Jehová a consultar a Dios. Envió Ezequías mensajeros a consultar al profeta Isaías, el cual les contestó:
“Así diréis a vuestro señor: Así ha dicho Jehová: No temas por las palabras que has oído, con las cuales me han blasfemado los siervos del rey de Asiria. He aquí pondré yo en él un espíritu, y oirá rumor, y volverá a su tierra; y haré que en su tierra caiga a espada.” (2 Reyes 19:6-7 2 Crónicas 32:20-23) Toda esta historia la podemos encontrar también en el libro de Isaías, capítulo 37.
Ezequías fue a Dios en oración, y Dios atendió a su ruego y lo libró de Senaquerib. Después de esto, Ezequías enfermó, y fue a consultar a Jehová, por si lo libraría de su enfermedad. Dios contestó a través del profeta Isaías, concediéndole quince años más de vida. Ezequías tomó algunas decisiones poco sabias. Vinieron unos mensajeros de Babilonia, y Ezequías les enseñó todo lo que tenía. Dios habló de nuevo a Ezequías a través del profeta Isaías, para avisarle de que los babilonios vendrían años después y se llevarían todo lo que habían visto, y se llevarían también sus descendientes para servir en la casa del rey de Babilonia. Y Ezequías no le dio gran importancia a las palabras del profeta, con tal de que no ocurriera en sus días. Esta fue la reacción egoísta del rey.
Al morir, su hijo Manases recibió el trono, e hizo lo malo en un reinado que duraría 55 años. Nos narra el capítulo 21 de 2 Reyes y el 33 de 2 de Crónicas que Manases edificó lugares altos para culto a dioses extraños, que adoró a todo el ejército de los cielos, y que incluso pasó a su propio hijo por el fuego. “Y se dio a observar los tiempos, y fue agorero, e instituyó encantadores y adivinos, multiplicando así el hacer lo malo ante los ojos de Jehová, para provocarlo a ira.” (21:5-6) “Fuera de esto, derramó Manasés mucha sangre inocente en gran manera, hasta llenar a Jerusalén de extremo a extremo; además de su pecado con que hizo pecar a Judá, para que hiciese lo malo ante los ojos de Jehová.” (21:16).
Por toda esta maldad, Dios había determinado limpiar Jerusalem de toda la maldad que el pueblo había permitido que entrara y se quedara allí. Pero hay una sorpresa muy grande en la historia de Manases. Leemos lo siguiente en Crónicas: “; los generales del ejército del rey de los asirios, aprisionaron con grillos a Manasés, y atado con cadenas lo llevaron a Babilonia. 12 Mas luego que fue puesto en angustias, oró a Jehová su Dios, humillado grandemente en la presencia del Dios de sus padres. 13 Y habiendo orado a él, fue atendido; pues Dios oyó su oración y lo restauró a Jerusalén, a su reino. Entonces reconoció Manasés que Jehová era Dios.” (2Cron. 33:11-13). Parece increíble que después de tanta rebeldía, Manases pudiera arrepentirse, reconociendo al Dios de sus padres, y que Dios lo perdonara. La misericordia de Dios es verdaderamente una muestra de su gracia.
Desafortunadamente el hijo de Manases que reinó en su lugar no siguió el arrepentimiento de su padre. Amón reinó solo dos años, y continuó haciendo el mal que su padre había hecho, por lo que sus propios siervos conspiraron contra él y lo mataron. El pueblo se levantó contra estos siervos, y pusieron a Josías, hijo de Amón por rey a la temprana edad de ocho años. Y gracias a Dios, Josías sí obedeció a Dios, durante los 31 años de su reinado. Con solo 16 años de edad, Josías comenzó a buscar a Dios y con 20, decidió que se restaurara el templo de Jehová, y durante las obras, se encontró un libro de la ley, el cual trajeron al rey Josías. Este, al leer el libro, envió decir a los sacerdotes y escribas:
“Id y preguntad a Jehová por mí, y por el pueblo, y por todo Judá, acerca de las palabras de este libro que se ha hallado; porque grande es la ira de Jehová que se ha encendido contra nosotros, por cuanto nuestros padres no escucharon las palabras de este libro, para hacer conforme a todo lo que nos fue escrito.” (2 Reyes 22:13)
Y leemos que Josías subió “a la casa de Jehová con todo el pueblo, desde el más chico hasta el más grande; y leyó, oyéndolo ellos, todas las palabras del libro del pacto que había sido hallado en la casa de Jehová. Y poniéndose el rey en pie junto a la columna, hizo pacto delante de Jehová, de que irían en pos de Jehová, y guardarían sus mandamientos, sus testimonios y sus estatutos, con todo el corazón y con toda el alma, y que cumplirían las palabras del pacto que estaban escritas en aquel libro. Y todo el pueblo confirmó el pacto. (2 Reyes 23:2-3)
Josías realizó las reformas en Judá que nos narran 2 Reyes 23 y 2 Crónicas 34. Quitó la idolatría del pueblo de Dios, derribando los altares a dioses falsos, limpió el lugar de prácticas que profanaban el nombre de Dios, y quitó a aquellos que incitaban al pueblo a practicarlas. Después Josías instauró la celebración de la pascua. Pero el Señor ya había determinado lo que vendría a su pueblo:
“Y dijo Jehová: También quitaré de mi presencia a Judá, como quité a Israel, y desecharé a esta ciudad que había escogido, a Jerusalén, y a la casa de la cual había yo dicho: Mi nombre estará allí. (2 Reyes 23:27)
Años más tarde, después de la muerte de Josías, Joacaz y Joacim, descendientes de Josías, los babilonios llegarían a Jerusalem durante el reinado de Sedequías, tras años de domino sobre Judá, para acabar llevándose el pueblo en cautiverio.
Dios había sido compasivo con su pueblo en numerosas ocasiones, pero el juicio de Dios había caído sobre ellos, y ahora debían sufrir las consecuencias de sus acciones. Quizás el pueblo se había confundido en ocasiones, creyendo que podían pecar y nada ocurriría. Quizás pensaban que una mera disculpa les daría oportunidad tras oportunidad, pero habían descuidado la verdad de que las consecuencias del pecado son reales. Dios usaría a los pueblos de alrededor para traer juicio contra su pueblo, dejando un rayo de esperanza en la promesa a su siervo. Del linaje de David vendría el que salvaría al pueblo de su pecado. Todavía había esperanza.
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Algo interesante que leemos de Ezequías es que destruyó la serpiente que Dios había mandado a Moisés hacer en el desierto, y que con los años se había convertido en un ídolo para el pueblo que le ofrecían incienso. Nos dice 2 Reyes 18 y 2 Crónicas 29 que “En Jehová Dios de Israel puso su esperanza; ni después ni antes de él hubo otro como él entre todos los reyes de Judá. Porque siguió a Jehová, y no se apartó de él, sino que guardó los mandamientos que Jehová prescribió a Moisés. Y Jehová estaba con él; y adondequiera que salía, prosperaba. El se rebeló contra el rey de Asiria, y no le sirvió.”
Sin embargo, después de que los asirios se hubieran llevado cautivos a los de Israel, subió Senaquerib rey de Asiria y tomó las ciudades fortificadas, y Ezequías se rindió a sus pies ofreciéndole lo que fuera para que los dejara en paz. Senaquerib demandó gran tributo, de modo que Ezequías le tuvo que dar toda la plata y el oro de los tesoros reales y del templo. Mas el rey de Asiria no los dejó en paz, sino que envió quien amenazara al pueblo, atemorizándolos diciendo:
“Así ha dicho el rey: No os engañe Ezequías, porque no os podrá librar de mi mano. Y
“¿Qué dios de todos los dioses de estas tierras ha librado su tierra de mi mano, para que Jehová libre de mi mano a Jerusalén?”
2 Reyes 18:29, 35 y 2 Crónicas 32:1-19
Nos dice el capítulo 19 que cuando Ezequías oyó las palabras de Senaquerib rey de Asiria, rasgó sus vestidos, se cubrió de cilicio en señal de dolor, y fue a la casa de Jehová a consultar a Dios. Envió Ezequías mensajeros a consultar al profeta Isaías, el cual les contestó:
“Así diréis a vuestro señor: Así ha dicho Jehová: No temas por las palabras que has oído, con las cuales me han blasfemado los siervos del rey de Asiria. He aquí pondré yo en él un espíritu, y oirá rumor, y volverá a su tierra; y haré que en su tierra caiga a espada.” (2 Reyes 19:6-7 2 Crónicas 32:20-23) Toda esta historia la podemos encontrar también en el libro de Isaías, capítulo 37.
Ezequías fue a Dios en oración, y Dios atendió a su ruego y lo libró de Senaquerib. Después de esto, Ezequías enfermó, y fue a consultar a Jehová, por si lo libraría de su enfermedad. Dios contestó a través del profeta Isaías, concediéndole quince años más de vida. Ezequías tomó algunas decisiones poco sabias. Vinieron unos mensajeros de Babilonia, y Ezequías les enseñó todo lo que tenía. Dios habló de nuevo a Ezequías a través del profeta Isaías, para avisarle de que los babilonios vendrían años después y se llevarían todo lo que habían visto, y se llevarían también sus descendientes para servir en la casa del rey de Babilonia. Y Ezequías no le dio gran importancia a las palabras del profeta, con tal de que no ocurriera en sus días. Esta fue la reacción egoísta del rey.
Al morir, su hijo Manases recibió el trono, e hizo lo malo en un reinado que duraría 55 años. Nos narra el capítulo 21 de 2 Reyes y el 33 de 2 de Crónicas que Manases edificó lugares altos para culto a dioses extraños, que adoró a todo el ejército de los cielos, y que incluso pasó a su propio hijo por el fuego. “Y se dio a observar los tiempos, y fue agorero, e instituyó encantadores y adivinos, multiplicando así el hacer lo malo ante los ojos de Jehová, para provocarlo a ira.” (21:5-6) “Fuera de esto, derramó Manasés mucha sangre inocente en gran manera, hasta llenar a Jerusalén de extremo a extremo; además de su pecado con que hizo pecar a Judá, para que hiciese lo malo ante los ojos de Jehová.” (21:16).
Por toda esta maldad, Dios había determinado limpiar Jerusalem de toda la maldad que el pueblo había permitido que entrara y se quedara allí. Pero hay una sorpresa muy grande en la historia de Manases. Leemos lo siguiente en Crónicas: “; los generales del ejército del rey de los asirios, aprisionaron con grillos a Manasés, y atado con cadenas lo llevaron a Babilonia. 12 Mas luego que fue puesto en angustias, oró a Jehová su Dios, humillado grandemente en la presencia del Dios de sus padres. 13 Y habiendo orado a él, fue atendido; pues Dios oyó su oración y lo restauró a Jerusalén, a su reino. Entonces reconoció Manasés que Jehová era Dios.” (2Cron. 33:11-13). Parece increíble que después de tanta rebeldía, Manases pudiera arrepentirse, reconociendo al Dios de sus padres, y que Dios lo perdonara. La misericordia de Dios es verdaderamente una muestra de su gracia.
Desafortunadamente el hijo de Manases que reinó en su lugar no siguió el arrepentimiento de su padre. Amón reinó solo dos años, y continuó haciendo el mal que su padre había hecho, por lo que sus propios siervos conspiraron contra él y lo mataron. El pueblo se levantó contra estos siervos, y pusieron a Josías, hijo de Amón por rey a la temprana edad de ocho años. Y gracias a Dios, Josías sí obedeció a Dios, durante los 31 años de su reinado. Con solo 16 años de edad, Josías comenzó a buscar a Dios y con 20, decidió que se restaurara el templo de Jehová, y durante las obras, se encontró un libro de la ley, el cual trajeron al rey Josías. Este, al leer el libro, envió decir a los sacerdotes y escribas:
“Id y preguntad a Jehová por mí, y por el pueblo, y por todo Judá, acerca de las palabras de este libro que se ha hallado; porque grande es la ira de Jehová que se ha encendido contra nosotros, por cuanto nuestros padres no escucharon las palabras de este libro, para hacer conforme a todo lo que nos fue escrito.” (2 Reyes 22:13)
Y leemos que Josías subió “a la casa de Jehová con todo el pueblo, desde el más chico hasta el más grande; y leyó, oyéndolo ellos, todas las palabras del libro del pacto que había sido hallado en la casa de Jehová. Y poniéndose el rey en pie junto a la columna, hizo pacto delante de Jehová, de que irían en pos de Jehová, y guardarían sus mandamientos, sus testimonios y sus estatutos, con todo el corazón y con toda el alma, y que cumplirían las palabras del pacto que estaban escritas en aquel libro. Y todo el pueblo confirmó el pacto. (2 Reyes 23:2-3)
Josías realizó las reformas en Judá que nos narran 2 Reyes 23 y 2 Crónicas 34. Quitó la idolatría del pueblo de Dios, derribando los altares a dioses falsos, limpió el lugar de prácticas que profanaban el nombre de Dios, y quitó a aquellos que incitaban al pueblo a practicarlas. Después Josías instauró la celebración de la pascua. Pero el Señor ya había determinado lo que vendría a su pueblo:
“Y dijo Jehová: También quitaré de mi presencia a Judá, como quité a Israel, y desecharé a esta ciudad que había escogido, a Jerusalén, y a la casa de la cual había yo dicho: Mi nombre estará allí. (2 Reyes 23:27)
Años más tarde, después de la muerte de Josías, Joacaz y Joacim, descendientes de Josías, los babilonios llegarían a Jerusalem durante el reinado de Sedequías, tras años de domino sobre Judá, para acabar llevándose el pueblo en cautiverio.
Dios había sido compasivo con su pueblo en numerosas ocasiones, pero el juicio de Dios había caído sobre ellos, y ahora debían sufrir las consecuencias de sus acciones. Quizás el pueblo se había confundido en ocasiones, creyendo que podían pecar y nada ocurriría. Quizás pensaban que una mera disculpa les daría oportunidad tras oportunidad, pero habían descuidado la verdad de que las consecuencias del pecado son reales. Dios usaría a los pueblos de alrededor para traer juicio contra su pueblo, dejando un rayo de esperanza en la promesa a su siervo. Del linaje de David vendría el que salvaría al pueblo de su pecado. Todavía había esperanza.
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Author | David y Maribel |
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